jueves, 14 de abril de 2022

Mi propia familia (153/365)

Hace cuatro años escribí un poema que me gusta. Lo recordé esta noche mientras hablaba con mi madre sobre mi incapacidad para recuperar una sensación de familia en la que, durante la infancia, podía refugiarme. Me sorprendí a mí misma hablándole sobre mi día de hoy y dejando salir de mi boca esto: "Estoy sola en el restaurante y me siento bien. Yo soy mi propia familia y me siento bien". 

Hoy, en un día en que tradicionalmente mi familia, como muchas otras, se reúne, yo salí a pasar el día conmigo; a celebrar los presentes que la vida me ofrece, todas esas oportunidades para abrir mis ojos a la luz que rompe mi corazón. Apenas llegué al centro comercial, fui al baño y me miré en el espejo. Mi corazón aún agitado por la confusión de mis emociones, me susurró las palabras más dulces, una verdad antiquísima, pura sabiduría: "cada uno carga con sus heridas lo mejor que puede, nadie quiere lastimarte, nadie quiere lastimarse a sí mismo. Llamamos amor al acto de abrazar, honestamente, esa verdad". Respiré en paz y deseé que nadie se lastime a sí mismo intentando evitar lastimar a los demás, como si fueran cosas diferentes... Me miré a los ojos y me gusté. Me ha llevado tiempo silenciarme para poder escuchar esa voz de mi corazón. Me sentí orgullosa de la dignidad de mi voz cuando se quiebra y anhelé tener más bondad para dar; más paciencia, más silencio, más delicadeza. 

Luego hice la fila en el restaurante. Frente a mí, un chico rubio precioso esperaba a su novia. La expresión de sus ojos cuando la vio fue emocionante. Ella, en sus brazos, encajaba perfectamente y la complicidad de las palabras al oído me derritió. No tendrían más de veinte años. Seguro que así me veía yo hace veinte años. Me enternecí. Entonces pensé: "Ahora yo soy mi propia familia y me siento bien".

Ese poema que escribí hace cuatro años era sobre esa sensación, algo que apenas intuía. Pienso en esa mujer que fui que escribió esas líneas el seis de mayo de dos mil dieciocho, en el momento más oscuro y doloroso de nuestra historia... cómo me gustaría besar sus pies con devoción, decirle que solo por ella pude sentarme esta tarde y disfrutar mi menú para una, mi mesa en soledad, mi corazón apacible reposando en sus propias heridas que van sanando en cada inspiración. Solo por ella, esta tarde ha sido bendecida con la gracia de estar contenta conmigo, de apreciar lo que tengo y lo que no, de ver mi corazón abrirse en lugar de llorar. Yo soy mi propia familia y me gusta así. Comparto mi vida conmigo y me siento bien. 

Voy a dejar ese poema de nuevo por aquí, para hacerle saber a la que fui que fue ella quien construyó el hogar de esta familia que soy ahora. Ojalá que en un par de años, la que seré pueda recordar esta tarde con un barniz de claridad y dulzura; que pueda comprender que la que caminó por la entrada del centro comercial iluminó otro trayecto de vida con su corazón que se abrió al reconocer a lo lejos la naturaleza de lo que llamamos amor: cada uno lleva sus heridas lo mejor que puede, es todo lo que hay que abrazar, en una misma y en los demás. 

Un hogar

Yo construí un hogar con mis manos.
Encontré cada piedra, cada cerrojo, cada pedacito de madera.
Yo inventé los mecanismos que lo abren y lo cierran,
los que lo mantienen caliente y a salvo.

Yo sola subí las puertas y los cristales
yo elegí los platos y las flores.

Yo, con mis propias fuerzas, ajusté los cimientos,
las vigas,
el tejado.
Todo cuanto hay encima,
debajo y alrededor.

No quedó una grieta,
no quedó un desnivel.

Yo con mis propias fuerzas alimenté este cuerpo,
lo levanté y lo cuidé.
Canté, oré, medité y lo dejé como nuevo.

Yo caminé los caminos
e hice las penitencias.
Aprendí los rituales y allí puse mi corazón.

Yo amé con todo el amor
y lloré todo el llanto,
jamás odié, ni ahora puedo.
Yo pedí, hablé, llamé, busqué.

Allí me encontré.
Allí también me perdí.

No hacía falta esforzarme tanto,
aquí debajo de este árbol
al calor de esta estrella que me atraviesa puedo dormir esta noche.
Sólo en este silencio puedo descansar,
entonces saldrá el sol.

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