Acabo de regresar del cine con mi madre; hace mucho que no hacíamos este plan que tanto nos gusta. Me encanta escucharla reír y sentir su abrazo emocionado al final de la película.
Pienso en el amor -de eso trataba la película- y en las cosas que hacen que seamos capaces de amar profundamente a otro ser tan imperfecto e insoportable como nosotros mismos. Pienso en el impulso imparable que nos hace conectarnos con otros de tantas formas diferentes y construir historias que nos permitan crear un lazo indestructible.
Pienso en todos mis amores, en mis lazos y mis historias. Pienso en mis anhelos, mis heridas y mis planes fallidos. ¿Quién soy cuando estoy amando? ¿Quién es ese ser vulnerable que se deja amar por otros seres?
Pienso en lo que veo cuando estoy mirando a alguien que amo y los mecanismos que se activan cuando me siento a salvo en el territorio del afecto y del cuidado de alguien más. Pero pienso también en mis caprichos y en mi pataletas y en mis arranques de lujuria y descontrol. Pienso en la soledad afilada y en el desasosiego de mis distorsiones sentimentales.
Apenas una oportunidad para amarme a mí misma y para compartir el amor que soy. Apenas un breve instante para iluminar el mundo con esta fuerza inexplicable a la que llamamos amor. Apenas una frágil vida humana para experimentar el infinito indestructible. Y yo solo quiero derretirme en algo que sea más grande que yo misma.
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