Despertar en brazos de alguien que amas y sentirte dichosa. Mirar hacia atrás y tratar de comprender cómo es que llegamos hasta aquí. Celebrar con el desayuno la intimidad que solo florece cuando se ha compartido tiempo y experiencias de la vida.
No nos une un lazo convencional, no es un lazo que asegure dos partes. Lazo es una forma de nombrar a una fuerza de cuidado y cariño que hace que nos mantengamos cerca. Eso es una forma de decir que hay cosas que nuestros cuerpos comprenden mejor y nosotros solo nos dejamos llevar. Mi cuerpo, al menos, lo experimenta como una profunda ternura, ganas de cercanía y de verle reír. Cuando él se aproxima, mi cuerpo se alegra de todas las formas en las que sabe alegrarse un cuerpo.
Le digo que lo quiero y me deja hundirme en sus brazos mientras profiere un lúcido silencio en el que he aprendido a escuchar las cosas que quiere decirme. No significa nada, pero yo comprendo.
Me dice frases cotidianas y yo no soy capaz de evitar una réplica porque estoy inundada de una sonrisa escandalosa.
Me encanta inventarme esta forma inusual de acompañar y dar abrigo; de dejarme cuidar y compartir los días que traen tormentas y dichas.
Por supuesto que estoy enamorada. Enamorada de este momento y de la forma en que nos presentamos cuando nos encontramos. Enamorada de la certeza de haber amado en esta vida. Enamorada del coraje que exhibe mi corazón para abrirse y resistir los embates del amor humano.
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