Pero está bien. Esos olvidos de lo indispensable alimentan mi parte más hambrienta, la de lo incompleto, la de lo chueco, la de lo opaco. Hace un par de meses habría hecho de esta situación un pequeño gran drama personal. Esta mañana, cuando me percaté, simplemente me encogí de hombros y me dije que no pasaba nada, que no había nada qué reprocharme porque un compromiso tan lindo como este, de escribir todos los días durante un año, se trata de crear una disciplina amorosa con la escritura, un espacio de práctica, un ejercicio sentimental. Así regreso hoy, como si nada hubiera pasado, contemplando el espacio vacío del día 271 casi como un regalo que me hago.
Vuelvo a escribir, cualquier cosa está bien. Escribo porque escribo, así está bien.
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