jueves, 18 de agosto de 2022

no escribo (278/365)

Sin miedo al ridículo, al fracaso, a la herida. Con menos miedo de soltar, de desprenderme, de desdibujarme. Eso quiero pensar. Ayer, otro día sin escribir. Fue una decisión. A las 11:30 de la noche, caminando por las calles de la Bogotá nocturna recordé que no había completado la entrada del día. Pero iba camino a casa de un chico encantador. Pensé en mis disciplinas, en la estructura que le dan a mi vida y me dije, de nuevo, que no quiero estar presa en ninguna idea, ni aunque sean las más nobles. Quiero ejercitar mi capacidad de salir de ahí y pisar un poquito en los territorios resbaladizos de lo que queda afuera. 

Así que en vez de escribir, conversé sobre la escritura. En lugar de consignar en algunas líneas los pensamientos del día, me dejé empapar por los pensamientos de alguien más, de un desconocido que empezó a hacerse familiar. En lugar de seguir el plan terminé dejándome explorar por la curiosidad de una primera vez. Me sentí libre y sentí que había ganado una pepita de oro para esta colección que adorna los días de mi vida. 

A veces no escribo porque me enredo en la vida. A veces escribo para salir del enredo. A veces escribo, a veces no.  

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