jueves, 4 de agosto de 2022

tormentas (265/365)

A cien días de terminar este desafío, parece que al fin el caos empieza a tener sentido.

Llevo cuatro meses sentada en el borde escarpado de la miseria, teniéndolo todo y muerta de miedo por estar a punto de perderlo todo. De perderme otra vez. 

Llevo cuatro meses manteniéndome a flote y llegando al trabajo con una sonrisa que alguien, siempre, necesita más que yo. Siempre hay algo que podemos dar, aun cuando sentimos que ya no nos queda nada. 

Qué molesto y qué agotador vivir así, sobreviviendo, defendiéndose de una misma y del poder de la propia mente cuando se escapa a los sótanos del artificio del yo. Así ando, apenas intentando; fracasando a diario, pero al menos intentándolo. 

Cualquier cosa se convierte en un arma de autodestrucción... el sueño, la comida, la compañía, el ocio, el trabajo, el alcohol, la soledad. Todo es susceptible de ser usado para lastimarme. Fracasando a diario, pero intentándolo. 

Al parecer solo quién se ha asomado a ese lugar es capaz de comprender lo que intento decir. Que este momento, este lugar en el mundo no tiene una razón lógica, no tiene explicación coherente y eso es descorazonador. Es como mirarse en un espejo deformado y aun así reconocerse ahí. 

Lo intento. Lo sigo intentado y en algún momento la nube sobre mi cabeza terminará de descargarse. Ojalá. Y ojalá haga buen tiempo y haya sol y pueda salir sin paraguas a caminar poniendo mi cara de frente al sol, de frente a la vida, sin vergüenza.  

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