sábado, 20 de agosto de 2022

Amor del momento (280/365)

Me desoriento y me asusto cuando las cosas no salen como espero, como las imagino, como las deseo. Me sorprendo a mí misma con los ojos encharcados mientras converso con un hombre que amo. Esa charla de argumentos y contra argumentos sobre formas de ver la vida me recuerda cuanto valoro mi vida en soledad, mi egoísmo de no querer llegar ningún acuerdo cotidiano y me digo: es autocuidado. Me miro a través de sus ojos, callada y frustrada y a él intentando levantar mi ánimo. Me toca casi a modo de disculpa. ¿Por qué es tan difícil que se calle y que simplemente me conforte en el calor de sus brazos? Porque no sabe hacer eso, porque a lo mejor ese silencio, ese espacio se convierte en un abismo para su corazón. Entonces lo intenta a su manera. Una manera que me va seduciendo y me va iluminando. Usamos nuestros cuerpos para decir las cosas que no podemos decirnos, las que no nos permitimos pronunciar. Cuántas veces he movido labios silenciosos al ritmo  de los amores que me he prohibido decirle... 

Así, poquito a poco nos vamos moviendo hacia el lugar que nos hemos inventado para refugiarnos del frío y para cuidarnos las heridas, incluso las que nos ha dejado esta libertad en la que experimentamos otra forma del amor.

Amanecemos enredados entre las cobijas y entre los susurros de la alegría de compartir estos momentos. Adoro la atmósfera de nuestros amaneceres recientes, la ligereza, el buen humor, la intimidad, la charla relajada del desayuno. Adoro las despedidas de besos sonrientes y gestos de complicidad. Cada vez que él atraviesa la puerta quedo más enamorada, pero también más libre, más segura de estar viviendo algo que me quiero permitir, algo por lo que quiero apostar. Apenas este momento, así la vida, momento a momento. 


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