No, me es imposible vivir una vida sin estructura. Mejor dicho, no quiero, no ahora, no así; haciendo lo que me dan ganas de hacer y comiendo lo que se me antoja. Parece la descripción de esa baratija a la que llamamos felicidad, pero no es eso lo que yo quiero. A mí lo que me gusta es colgarme una reliquia en el cuello, una joya ennegrecida por el tiempo, un artilugio pesado y sin brillo: levantarme a la misma hora inclusive los domingos, hacer lo que hay que hacer, comer comida que venga de la tierra, guardar silencio cuando estoy a solas, mantener mi cuerpo limpio, mantenerlo fuerte, la ropa bien doblada y la casa iluminada. Quiero apagar la luz cuando es hora, darme cuenta de que respiro, ser capaz de prestarle atención a la gente que amo, sumergirme entre mis libros, aprender cosas que me maravillan.
Disciplina, se llama y es todo lo que quiero.
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