jueves, 6 de octubre de 2022

extraño (327/365)

Miro tu imagen en blanco y negro y quiero hacerte aparecer en mi cuerpo como por arte de magia, hacerte de nuevo carne caliente entre mis manos, amor del más transparente en la punta de mis dedos. Tengo grabada en mi boca la sensación de la piel herida de tu cuerpo, el sonido de tu tristeza en el teléfono, la risa que acompañaba tu mano en mi nalga izquierda. Cada vez que aparece tu imagen en mi pantalla, un impulso inconsciente me hace capturar la imagen y almacenarla junto con las otras (todas en blanco y negro) como un álbum antiguo, como un vestigio de otro tiempo, de otro momento de la historia, de la nuestra, de mi deseo, de mi apuesta por amar de verdad verdad. No parece, pero salimos ganando los dos. Presumo ante las parejas que veo en las calles un corazón quebrado por el amor con todas sus letras y su dimensión. Nada que ver con las baratijas que luce la gente por ahí, que no es ni sombra de esta piedra rara que nosotros sacamos del fondo de alguna cueva de un paraje exótico en un  país que queda lejísimos para ponerla en la mitad de una mesa de fiesta servida para los dos y celebrar que la vida nos ha atravesado y hemos sobrevivido para mirarnos a los ojos y aceptar que somos cobardes y que así, en todo caso, saltamos a la vida y saltamos uno en las manos del otro a riesgo de no tener la fuerza para sostenernos. Se me cae el mundo cuando me sorprende una foto tuya en mi teléfono. Se me escurre la nostalgia por las mejillas y aprieto los dientes para no pronunciar ninguna palabra gastada. Te extraño. Sí. Cada vez que cruzas por mí, te extraño y me alegra poder experimentar esta falta. Está bien. Solo es extrañar. Nada diferente tiene que pasar. Es amor y está bien. 

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