miércoles, 12 de octubre de 2022

Gustos (333/365)

Me gusta la vida cuando me gusta y me gusta más cuando no la entiendo. He aprendido a tolerar la sensación de hambre, el silencio pesado de una soledad, el dolor del codo derecho, la luz excesiva de las diez de la mañana, la ausencia, la intermitencia, el desamparo. 

Me gustan las cosas bellas y las cosas viejas. Me gustan los cuerpos heridos y cansados. Me gusta el placer pequeño de la casa limpia. Me gusta que me duela verme envejecer. Envejezco. Cambio. Me voy quedando atrás. Me resigno.

Las cuentas regresivas me hacen ansiosa y quiero abarcarlo todo, en mi pecho, en mi día, en mi lista de asuntos resueltos.                 Me resigno y me obligo a saborear lo que no me gusta de la vida, de mí especialmente, mi amargo, mi descompuesto, mi rancio sabor humano.

Un día, de repente, un gesto amable aplaca todos los intentos de escapar. Y me quiero quedar, quiero sentarme a la mesa y servirme apenas un poco, solo un poquito y saborear -mi propio paso por el tiempo, mi confusión y mi gusto por la vida que no me gusta- 

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