martes, 1 de noviembre de 2022

Luz (353/365)

¿Hasta dónde aguanta la parte invisible del cuerpo? Hasta dónde puede una estirar, tensar, comprimir, exprimir, presionar, exigir. Hasta qué límite, hasta qué emoción el cuerpo es cuerpo antes de convertirse en otra cosa. 

Qué es el cansancio sino otra forma que adopta el cuerpo, otra forma de ser del cuerpo, otra voz, otro ademán que llevamos por la vida.

Qué es el miedo sino una forma de olvido, de distracción del cansancio que es nuestro cuerpo, nuestros días, nuestros lazos. 

Cansado y lleno de miedo, mi cuerpo pesa, mi cuerpo duele, mi cuerpo llorosea la cama vacía, la loza sucia, las uñas descuidadas, la parte invisible del cuerpo refundida entre la materia del cuerpo; ausente, silenciosa. 

Habito una forma orgánica sin nombre, algo que hace tiempo dejó de ser mi cuerpo para dejarme estar mientras estoy, para dejarme tocar, para dejarme reposar. Pero ni estoy, ni toco, ni reposo. A cada movimiento un sonido. Me convierto en un canto, la voz de lo perdido, el susurro de lo que se está rompiendo -semilla, cascarón, cristal, hueso, tiempo- el fracaso tintinea. 

Me escondo en lo invisible y ya no soy ni cuerpo ni nada. Soy la luz del fuego a pleno medio día, luz que es apenas calor. Calor invisible, luz entre luz, calor que duele. La parte invisible del cuerpo que aguanta. 


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