viernes, 11 de noviembre de 2022

Lucidez (363/365)

Sin importar cuántas veces vamos hasta el filo del mundo, siempre regresamos para encontrarnos y para mirarnos sin vergüenza y sin culpa, desnudas y preciosas, cada una llevando sus años y su bienaventuranza dibujada en los pliegues del cuerpo, en lo que cuelga, en lo que se arruga, en lo que florece con el paso de las lunas y los hogares construidos y las dichas celebradas y las pérdidas de lo amado. 

Hemos aprendido a mostrar los dientes y el mugre que se nos acumula por debajo de la uñas. Hemos excavado concienzudamente nuestra historia -tierra ignota- para descubrir las criaturas primigenias que somos y que permanecen -permanecemos- dormidas al abrigo de bestias desolladas. No renegamos de nuestro pasado que algunos llaman salvaje, nosotras lo llamamos natural.

Cada una nace del amor de la otra y nos juntamos en rituales de luna llena y de hierbas aromáticas quemándose en la hoguera. Brujas, conspiradoras, magas, ancianas sabias, videntes, niñas prodigio, redentoras; nos damos licencia de diseñar el destino y de escribir con letras celestes los giros del universo desde esta, hasta todas las galaxias lejanas, lo inconmensurable girando el la punta de nuestro dedo índice. Lo lanzamos al aire para que jueguen los niños.  También el amor, también el deseo y a la par la venganza que siempre se quiebra; también la pena de perder todo lo que ya se ha perdido. Todo lanzado al aire impulsado por el soplo sagrado. 

Aplastamos la serpiente con la planta de nuestros pies morenos y ella nos muerde en el talón. Nos hacemos una y adquirimos el poder de vivir pegaditas a la tierra y de cambiar de piel cuando sea necesario. El veneno no es más que mito. Pura lucidez que atraviesa lo que hemos amado y dejamos atrás. Cambiamos de piel. El veneno no es más que mito, es pura libertad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario