martes, 8 de noviembre de 2022

They might not need me (360/365)

Detenerse está bien detenerse y horrorizarse con la compulsividad de la especie, en contraste con la precisión de la vida, la verdadera vida que corroe cualquier anhelo. La luz se fuga avergonzada y deja todo frío, friísimo al contacto de la piel desnuda, como si fuera posible experimentar la materia de la luz de otra manera que no sea desnuda, todo expuesto, vulnerable, amoratado de las horas que se acumulan sobre las horas y que presionan cualquier desnudez hasta su límite. 

Noche noche noche del corazón que ha escurrido hasta la última gota celeste y hace evidente que no hay cúpula sino espacio, infinito, vacío que es de lo que está hecho todo lo demás. Ni gota de celeste, solo polvo primigenio a toda velocidad.

La taza del café reposa serena sobre la mesa. Los lentes se posan a su lado. El teléfono celular se ilumina en vibración.

Voy hasta mi pequeña biblioteca y tomo el volumen bilingüe de poemas de Emily Dickinson. Mi inglés no es tan bueno. En español es así (1391): 

Acaso no me necesiten./Pero tal vez me necesiten./Dejaré pues mi pecho al descubierto./Una breve sonrisa como la mía puede/ser justamente su necesidad.

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