lunes, 7 de noviembre de 2022

Noche (359/365)

Verde albahaca y clavos de olor perfumando la boca que miente, que niega, que, astutamente, se queda con todo, con todo y se jacta de todo lo que tiene y se hace la inocente cuando se ríe y se ríe con malicia, con saña. Yo miro de lejos, apenas cuando paso de largo desde la ventada de un carro en movimiento. Ya tengo suficiente de mentiras con las que le digo a mi propia boca que se rompe con el frío de la madrugada, con los restos secos de tu saliva, de tu lengua que la llevaba hasta el éxtasis arrastrando el resto de mi cuerpo. Hay orgasmos de mi boca al roce de tu lengua, humedad que sembraste en mí y que florece en una rosa escarlata, rosa de sangre, de nacimiento de cosas antiguas y sagradas, rosas ceremoniales del amor, del deseo que no se cansa, que no cesa en el final de mi boca en carcajadas tristes por todo lo que no tengo, por todo lo que perdí, por todo lo que ya no eres y todo lo que nunca serás, los niños que juegan a lamerme el cuerpo y no alcanzan, no llegan, no aguantan. Solo tú, solo tu lengua que sabía dibujar mi boca, sin mentiras, sin recelo, sin ponerle un seguro al mundo. Se me rompe la boca en sangre a cada madrugada sin la humedad de tu saliva bautizando los días y los días de mi risa y de las palabras que sabían describir el génesis de las criaturas que pueblan las sombras y los reinos celestes de dios. Tu boca de palomas arrullando cuando el día despunta, de perros que aullan a la aurora. Tu boca estrella de la mañana, celeste tu boca que amanece, tu dedo índice en mi ombligo y tu risa, estrella de la mañana. La noche. 

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