jueves, 3 de noviembre de 2022

Apetitos (355/365)

La ciencia no sabe explicar con claridad por qué, cada veintiocho días, justo en medio de dos periodos menstruales mientras mi piel y mi pelo se ponen lindos, me asalta una espantosa necesidad de comérmelo todo. Pan, frutas, queso, aceitunas, carne de cerdo, café, maíz; todo lo que se me cruce por delante. Tú, él, ellos, los de antes, los que ni loca. Destapo una botella de vino y no ayuda. Me masturbo dos, tres, cuatro veces y eso ayuda en algo. 

Apetitos.

Me descoloca el deseo, la ansiedad por el placer, de comer, de beber, de seducirme a través de otros cuerpos y otros deseos.

Leo en un fragmento de María Negroni "se ejerce la voluptuosidad a salvo de las miradas". 

Voluptuosidad es una palabra que me gusta. Un secreto. Una manera de experimentar el mundo que me gusta todavía más. Me debato entre la austeridad de mis anhelos y la voluptuosidad de mi naturaleza. En esa ambivalencia camino de puntas para no caerme ni allá ni acá. Me doy licencias, en los días 14 de mi ciclo, por ejemplo. 

En cada ovulación corto algunas hortensias azules del jardín y hago un florerito para la mesa que me recuerde que regreso, una y otra vez a este punto muerto en el que me dejo doblegar por mi apetito, por lo más superficial de mi forma humana. Superficial no en el sentido de algo vano, sino de lo que está más en contacto con todo lo demás. 

Me emborracho un poco, deliberadamente, solo para experimentar mi libido más encendida, más contenida también.  Se me afloja la risa, la alegría, la soledad. Agua vertida en agua, la ilusión de estar separada de lo que amo. Dejo que las palabras se derramen de la mesa y manchen los pisos de la casa, que se me peguen a las suelas de los zapatos para irlas dejando por ahí, mientras le doy la vuelta a la manzana con mi perro y envidio a mis vecinos con su vida perfecta, sus amores perfectos, su ropa perfecta, sus perros perfectos. Bailo mientras me miro en el espejo, sonrojada por el alcohol, con el pelo gris enmarañado, el pantalón desabrochado, los pies en llamas, mi panza al aire; bailo, realmente bailo. Envidiosa, libidinosa, deseante. Dejo que la incomodidad de mi cuerpo me posea por completo hasta que el placer me supera. Apetitos. Me dejo ir. 

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