miércoles, 9 de noviembre de 2022

Afuera. Mi vida (361/365)

Abro la puerta con dificultad entre los paquetes de las compras. El pasillo se apaga y cruzo el umbral del apartamento. Silencio. Silencio. Cuando me acostumbro al silencio de la sala, los ronquidos de la perra llegan hasta mi oído. Dejo las compras sobre la mesa y hablo en voz alta para despertarla. Todas las penas tienen alivio cuando la perra duerme profunda en mi cama y yo puedo contemplarla. Le digo las mismas cosas que le diría a una niña de cuatro años. La llamo por los nombres más dulces: amor de mi corazón, mi ángel, estrella de mi vida, tesoro de esta familia. La veo escondida entre los cojines y apenas si puede levantar la cabeza. Lleva toda la tarde, lluviosa tarde de miércoles, durmiendo calientica entre mis almohadas. 

Contemplo ese ser extraño que me observa desde dentro de mi perra. Quedo indefensa ante un amor que me traspasa. El de ella que se queda inmóvil por un instante con su hocico pegado a mi pierna. O, el mío que estalla el pecho en las ganas de inmovilizar al resto del mundo, solo para aspirar por siempre el olor caliente que ella deja por donde pasa, o para tocarla -suavita de mis amores- y dejar que su pelo acaricie mi mano.

Qué vida puede ser mi vida después de esta intimidad con un ser tan diferente, idéntico a mí, con este otro lenguaje, lenguaje total de la pura vida pura de ser lo que es y nada más, una inteligencia al revés que nos pone en extremos opuestos del anhelo, viviendo bajo el mismo techo. 

Afuera; arriba; silencio; jadeo. Mi cuerpo próximo al cuerpo dorado terciopelo de mi perra. Afuera. 

No hay otra vida que esta vida.

Idéntica vida a todos los días del tiempo que nunca es suficiente para barrer los pelos del perro que tapizan las habitaciones de la casa, o, para bajar en una carrera la calle de los anticuarios -su preferida para correr- mientras una carcajada sella todo lo que estaba suelto, lo que ha estado abierto, las preguntas, el temor a la muerte, a no vivir verdaderamente. Llegamos al final de la calle y el corazón palpita en la garganta. Su lengua, su risa de ojos pequeños y orejas que se agitan. Su risa. Mi vida mía de todos los días. 

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