viernes, 4 de noviembre de 2022

Hambrienta (356/365)

He aprendido que el hambre (la mía) no es una sensación que deba necesariamente ser atendida de inmediato. He aprendido a sentir hambre deliberadamente, solo para experimentarla físicamente y comprenderla mejor. ¿Cómo se siente el hambre? ¿Cuánto dura? ¿Qué efecto tiene en mi cuerpo, en mi estado emocional, en mi manera de pensar? Con el tiempo, dejar de comer por periodos prolongados me ha ayudado a travesar una puerta cerrada por el miedo. Privarme de cosas, de comida por ejemplo me habla de partes de mí que están normalmente por debajo de lo evidente. Puedo estar sin las cosas que creo que son esenciales; puedo posponer inclusive cosas que parecen vitales; puedo elegir no sentir un placer específico. Pero que no parezca que la comida y yo tenemos una buena relación. Al contrario. El hambre también me ha enseñado los límites de mi cordura y me ha bautizado con mi propia oscuridad. Por eso me temo menos, a mí y a mi hambre, la física y la metafísica. A la comida, por el contrario, le tengo terror. Me aproximo a ella con recelo y estoy a su merced. La comida no es un asunto de supervivencia, sino de riesgo, lamentablemente. Hambre a toda hora.

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