Caía tanta agua, tanta agua; corriendo tanta agua calle abajo y la gente de dos en dos escondiéndose bajo los paraguas. El calefactor del restaurante consentía mi nuca y yo pensaba que quería estirar ese momento, esa dicha de agua cayendo, una luz amarillenta de sol peleando por abrirse paso a través de la tormenta. El sol, gastado, esperando detrás del agua, detrás del tiempo hasta que se extinga el tiempo y se haga de noche, para siempre, y no haya luz no haya calle por la que corre el agua, solo la gente escondida bajo un manto amarillento de calor como el que en mi nuca me recordaba el calor de un hombre, de un torso desnudo de hombre que yo amé, que yo amo, con el mismo amor que amo a mi perro que se detiene conmigo a olfatear una magnolia que no crece en árbol inmenso, como todas las magnolias que yo he visto, sino en una maceta de cemento por la carrera novena. Una magnolia del tamaño de mi mano, un perfume intoxicante de belleza y de anhelo; sus pétalos abiertos y casi ajados, como mi sexo, como las historias que me cuento sobre mi vida y los amores que he perdido, como el del torso desnudo de un dios, de un amor que hice sagrado y que perdí cuando una civilización por fin terminó, para dar paso a otros dioses, a los paganos, a los sacrílegos dioses de un amor de segunda, un amor de baratijas que destella con sus piedras de fantasía y el plástico y el latón.
Seguía cayendo agua y el café se enfriaba en la mesa. Con un ojo leía, con el otro espiaba. A mi derecha, dos personas deslizaban fotos a la izquierda y se reían. Detrás de mí, un perro negro sentado en el regazo de una mujer que no tolera los ladridos de su propio perro o se avergüenza de que sea un perro y no un niño, porque ladrar está mal, pero llorar está bien para los niños, no para ella ni para su perro, que apenas ladra porque no es un niño. Que es un perro sentado en el regazo donde debería estar un niño, porque un regazo no es lugar para un perro, es para un niño.
Un niño que será un hombre de torso desnudo, divino, caliente en la boca de una mujer que corre como el agua que corre, calle abajo hasta su cuerpo, perdido.
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