Viendo cómo todo se cae en pedazos
tranquilamente;
goteando,
derramándose,
deshaciéndose,
me pongo sal en esta herida.
Hay terror debajo de la cama.
Me odio un poquito cada día,
lo suficiente para escuchar el silencio
y llorar.
Me avergüenza escribirlo;
pero a lo mejor si lo escribo,
a lo mejor si me lo digo frente al espejo
se acalle este rugido que me deja sorda.
Quiero romperlo todo
pero sobre todo a mí misma.
Sospecho de todo,
de mi pensamiento y de las palabras que invento
para abrir de alguna manera mi traquea
y poder respirar.
Y cuando al fin respiro
logro parir una esperanza pequeñita.
Decirme:
encontrar en esa voz algún arrullo.
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