lunes, 9 de abril de 2018

En el capullo

Nada más cruzar la puerta
la angustia se apodera de mí,
como si caminara sobre un cielo sin estrellas
con una luna que se devora a sí misma.

Que fastidiosa sensación llegar a casa a limpiar el piso
después lavar los platos,
alimentar al perro,
guardar la ropa limpia,
lavar la que sigue sucia,
despintarte,
encontrar los papeles perdidos.

Hay días de doscientos años, de piel cansada y caminos errados;
pero hay que andar con pasos seguros
con sonrisas altivas y confiadas.

En la noche ya no me queda nada.

Uno a uno los cansancios del día
se estremecen en mi cuerpo y van brotando,
van desgarrando mi compostura.

Ya no aguanto.
Me rompo un poquito para liberar la tensión,
ahí apareces de nuevo.

La que siempre sabe.
La que en su capullo hace lo que hay hacer.

Cuidar de la espina enterrada,
envolverse entre hilos de seda con paciencia
transformando lo que ya no puede ser
en lo que aun ni se imagina.




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