Ayer me diste la lluvia,
a mí
que no me gusta mojarme.
Me regalaste la alegría olvidada del agua
que arrulla,
que me nace,
que lo cubre todo
como la niebla sobre esa laguna:
inolvidable,
igual a tu cuerpo dormido.
Pero me gustó mojarme contigo,
mi lengua,
mi pelo,
mi risa,
mi hambre de belleza.
Me sonríes con un gesto sobre la almohada,
me siento en silencio
y pienso en que seas feliz.
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