dirigidas a todos los rincones de la tierra
poniéndole zancadilla al sueño.
No puedo esperar a que amanezca para ponerte la poesía en la piel y desobedecer las voces conocidas.
Me reconozco en todos mis tamaños y humores y aspiro el perfume de lo nuevo en cada centímetro de mi cuerpo.
Este cuerpo que habito feliz me llama de nuevo
desde lo profundo de los bosques incendiados a los que siempre regreso.
Cómo asustan las palabras.
Invoco a Las Que Saben.
Gloria me dice al oído:
Olvídate del “cuarto propio” -escribe en la cocina, enciérrate en el baño. Escribe en el autobús o mientras haces fila en el Departamento de Beneficio Social o en el trabajo durante la comida, entre dormir y estar despierta. Yo escribo hasta sentada en el excusado. No hay tiempos extendidos con la máquina de escribir a menos que seas rica o tengas un patrocinador (puede ser que ni tengas una máquina de escribir). Mientras lavas los pisos o la ropa escucha las palabras cantando en tu cuerpo. Cuando estés deprimida, enojada, herida, cuando la compasión y el amor te posean.
Cuando no puedas hacer nada más que escribir.*
Solo puedo escribir desde este cuerpo, desde la vida que arriesga llevándome al límite de la mujer que soy.
* Gloria Anzaldúa, Hablar en lenguas: una carta a escrituras tercermundistas, 1980.
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