miércoles, 28 de julio de 2021

¡Ah, muerte!

¿Qué se puede decir sobre la muerte cuando la muerte ya ha tocado las puertas de tu casa?

¿Qué se puede hacer para que entre y se sienta bien atendida, bien recibida, bien tratada?

¿De qué se le debe hablar para que no se enoje, no se arrepienta, no se entristezca?


A mi casa ha venido una muerte indecisa, una muy feroz, una que ha sacudido los tendidos de las camas y ha roto un par de tazas de la vajilla nueva.

Ya nadie sabe qué ofrecerle ni qué habitación prepararle. A veces parece que le gusta la luz del día, pero otras, pareciera que detesta el sol... y no nos dice si se queda o si se va.  Aún no desciframos si es que le gusta nuestra casa o es que no tiene más lugar a dónde ir.

Ah, muerte!

Si hace rato te estábamos esperando... ¿no te parece que estás siendo un huésped muy poco amable?

Si, por lo menos, tuvieras la delicadeza de sentarte con nosotros a la mesa, de conversar un poco, de salir en las tardes al jardín... al menos así podríamos dejar de temerte tanto, podríamos preguntarte los cuándo, los por qué y los cómo que nos están robando las horas de los días y de las noches.


Ah querida muerte! Si hace rato te estábamos esperando...

Ven y siéntate aquí y déjanos acompañarte. Aquí en esta casa eres bienvenida. 

  


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